Los clásicos se ganan así, jugándolos como tales, con alma, corazón y vida, y esta tarde en el Beranger hubo un solo equipo dispuesto, siempre, a dar un poco más. Los Andes venía con su chapa de candidato, ninguneando una rivalidad de años y Temperley venía a los tumbos. Por funcionamiento y resultados, el equipo del José Barrella iba de punto, pero los clásicos son así y a fuerza de orden, corazón y fútbol terminó siendo banca.
Temperley empezó a ganar este partido desde su actitud, sabido es que para la gente es un encuentro especial y esperado por todos, pero así lo fue también para los jugadores y el técnico celeste que lograron, por primera vez en el campeonato, trabajar en conjunto, todos fueron piezas importantes de un sistema, en definitiva, fueron un equipo.
El gasolero venía teniendo serios problemas para trabajar en bloque, defendía con siete u ocho hombres y atacaba con el resto, estaba partido, era dos equipos en uno y el gran responsable era Barrella. Pero las revanchas existen y hoy, el técnico celeste la tuvo la suya, ya que con un plateó más que inteligente y entendiendo que la suma de las partes hacen el conjunto, armó un equipo, no por los nombres sino por el sistema.
Así, Temperley, recuperó la solidez defensiva de los primeros partidos, con Ratto y Sosa impasables, y Salomón y Diego Rodríguez aportando lo suyo, al celeste no le llegaron en todo el segundo tiempo. El medio fue y vino, con el mejor Giannunzio en el centro del campo, y Molina y Luís Rodríguez por las bandas aportando arriba y abajo. En ataque, la movilidad de Núñez y, del goleador, Quevedo generaron espacios para ellos mismos y para el muy trabajador Lutzki, que se fue ovacionado por la tribuna local.
Temperley controló el partido desde el arranque, en el primer tiempo. Manejó la pelota y fue paciente, así llegaron las chances, siempre desde los pies de los tres de arriba: Quevedo, Núñez y Lutzki, que complicaban y contagiaban. En cambio, la visita solo complicó a través de pelotas paradas. El celeste consiguió el gol por cansancio, recuperó, jugó y definió y, a partir de ahí, acentúo su dominio. La reacción lomense nunca llegó y, el segundo tiempo, fue tan del local que el resultado nunca corrió riesgo.
De Los Andes, muy poco, como si las palabras de su entrenado, el Beto Pascuti, que dijo, en la previa, que este era un partido más y que el clásico era con Banfield, se lo hubieran tomado muy a pecho. El equipo de Lomas fue muy tibio, y ante la duda tubo en frente a un equipo que se lo llevó por delante y hasta mereció mayor diferencia.
La alegría, la emoción y los festejos fueron de todos, Temperley fue más y mejor, y porque los vecinos no vinieron, esta vez solo parecieron menos adentro de la cancha...
sábado, septiembre 29, 2007
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